El Norwegian Epic nos llevó de Barcelona a Italia y Francia. Historia y diversión en un solo viaje.
Abordamos en Barcelona, con otros 4.800 pasajeros de todo el mundo, el Epic, una mole de 160.000 toneladas de pesos, 330 metros de largo y 19 niveles o cubiertas, que hace apenas dos años puso en los mares del mundo la línea de cruceros Norwegian.
A la hora de partir, muchos de los viajeros se habían apoderado ya de las piscinas y bares de la cubierta 15, donde la música caribeña creaba una ambiente de fiesta. Cuando el barco empezó a moverse, no faltó la escena de los brazos agitados deseando buen viento y buena mar.
A la hora de partir, muchos de los viajeros se habían apoderado ya de las piscinas y bares de la cubierta 15, donde la música caribeña creaba una ambiente de fiesta. Cuando el barco empezó a moverse, no faltó la escena de los brazos agitados deseando buen viento y buena mar.
Después de embarcarnos en Barcelona (España), la noche llegó con frío, como presagio de un día de navegación marcado por la lluvia. El Epic debía trazar una línea casi recta hasta el puerto de Nápoles, en el sur de Italia. Y lo hizo tranquilamente.
En verdad, así fue todo el viaje. Un sofisticado sistema de estabilización reduce toda agitación dentro de la nave a cierto movimiento lateral que se percibe de vez en cuando. No hubo en esa primera jornada ambiente para la piscina, pero el Epic no es solo eso. Esa mole gigantesca ofrece numerosas posibilidades para entretenerse. Los niños tienen un club para jugar; para los más grandes hay un espacio de videojuegos, y los adolescentes gozan de su propio sitio, vedado a los adultos.
Hay un gimnasio en el que se trota frente a enormes cristales que ponen el Mediterráneo a los pies, o se reciben clases de yoga. Y al lado, un spa que ofrece diversos masajes.
En la noche descubrimos un espectáculo estilo Broadway. En el enorme Epic Theater vimos al exitoso Blue Man Group, con su show de percusión, malabares y humor que deja empapados a los de la primera fija y al resto, en una maraña de papel.
En tierra El día es ideal para organizar excursiones en tierra. La primera nos llevó desde el puerto napolitano hasta la isla de Capri, inmortalizada en novelas y canciones, llena de casas empotradas en las rocas, con calles empinadas y empedradas, con tiendas de lujo y visitantes célebres.
Allí, y en Sorrento, descubrimos que el limón es el rey: limonada, jabones y perfumes, y el limoncello , licor típico de la región sorrentina.
Clave en la primera parada fue la visita a Pompeya, la ciudad romana destruida hace casi dos milenios por el Vesubio, donde aprendimos tanto del ingenio romano para trazar calles y hacer acueductos como de sus creencias y prácticas sexuales.
En la noche, disfrutamos durante la cena de Cirque Dreams , dos horas y media de malabarismo, contorsiones e ilusionismo del nivel del Cirque du Soleil.
En la mañana siguiente, el Epic atracó en Civitavecchia, para visitar Roma, a 80 kilómetros de distancia. La guía nos dio un paseo por la Ciudad Eterna hasta llegar a lo que queda en pie del famoso Coliseo, que tiene cerca de 2.000 años y es Patrimonio de la Humanidad. Pero lo central de la visita fue el Vaticano.
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